La prostitución sigue siendo a día de hoy un tema que despierta críticas de todos los colores y sabores, desde el conservadurismo más rancio hasta el supuesto progresismo que, apelando a la dignidad de la mujer y reprobando la mercantilización del cuerpo, cae inevitablemente en una postura moralista, acusadora y falsamente altruista. Uno de los errores en los que más se incurre es en confundir trata con elección voluntaria. Aquí estamos hablando de una diferencia tan esencial como la que hay entre practicar sexo voluntariamente y ser víctima de una violación. Cuando hablamos de sexo no hablamos necesariamente de sexo forzado, de la misma manera que cuando se habla de prostitución no necesariamente se está hablando de prostitución forzada. La distinción es muy importante. Otras críticas van por la cualidad sagrada que se le atribuye al sexo como expresión del amor. Aquí cito a María Blanco en su libro "Afrodita desenmascarada":
"¿Por qué es indigno y degradante vender un servicio sexual y no lo es vender un servicio intelectual? Puedes vender tu talento musical, tu capacidad para bailar y hacer de cada movimiento algo bello y armónico, puedes cobrar por exponerte y que fotografíen tus manos, tu cara, tu cuerpo (vestido), ser modelo artístico para que hagan esculturas de ti, puedes prestar tu sentido del olfato y del gusto y cobrar de una casa de perfumes o de una bodega de vinos, puedes investigar y dedicar tus neuronas a ello cobrando de particulares o del sueldo de tus conciudadanos, realizar cualquier actividad con tu cuerpo y venderla. Excepto con tus genitales. (...) Pero ¿qué pasa con los laicos y ateos que creen que prostituirse es una lacra? ¿Qué tiene de diferente el sexo? Ya sé: se supone que el sexo es una expresión de amor. Pero ¿es solamente eso? ¿Quién dicta que es el sexo para cada cual?"
El sexo, lo que nos excita, lo que nos mueve, lo que deseamos y lo que amamos, son cuestiones extremadamente personales y resulta soberbio e intrusivo, especialmente en los tiempos que corren, el hecho de que algunas personas lo utilicen como arma política o como excusa para verter sus propias frustraciones. El sexo puede ser expresión de amor... pero encontramos numerosas ocasiones en las que no lo es. Me gustaría saber cuántas de las personas que condenan con la boca tan grande el ejercicio de la prostitución han tenido sexo de una noche con alguien a quien acaban de conocer en una discoteca o han practicado sexo sin amor, sin que nadie les haya juzgado por ello.
En cine se ha tratado este tema desde numerosos puntos de vista. Tenemos, por ejemplo, "Princesas", escrita con una sensiblería y una condescendencia hirientes, una película de temática social con intenciones muy buenas, pero con una tendencia a la caricaturización que termina convirtiendo a los personajes en monigotes sin profundidad. Si lo que querían era conseguir un retrato crudo de prostitutas que son verdaderamente víctimas, ya podrían haberse fijado en el tratamiento de Joanie y Trixie en la serie "Deadwood", sin ir más lejos, o en Connie, un personaje secundario de la serie "The Shield" . En otros casos este tema se ha tratado con muchísima más madurez, atendiendo al sentido del drama y a una mirada más intensa y despolitizada acerca de las relaciones humanas. Películas que muestran que el mito de la Dama de las Camelias puede superarse con creces.
1. Belle de jour (1967). Luis Buñuel. Francia. Una película que nadie debería perderse. La protagonista, Sévérine, interpretada por la bellísima y elegante Catherine Deneuve, es una esposa joven y bonita, aparentemente asentada en un matrimonio con el hombre perfecto. Sin embargo, en el desarrollo de su cotidiana y monótona vida, cada vez de forma más recurrente, empieza a tener fantasías de dominación en las que su marido la maltrata y la entrega a desconocidos. Con este planteamiento, nos encontramos a una protagonista curiosa y consciente de sus deseos que, en búsqueda de nuevos estímulos y ajena al sentimiento de culpabilidad, termina ejerciendo la prostitución durante el día, interpretando el papel que la fantasía perversa o no perversa de cada cliente demanda. Pero todo se complicará cuando uno de los amigos de la pareja, "el libertino hipócrita", descubra sus actividades y uno de sus clientes termine obsesionándose con ella. "Belle de jour" es una película que difícilmente podría dirigir alguien hoy sin ser tachado de cabrón desalmado y machista. Una lástima, por un lado, y una suerte, por otro, que Buñuel nos haya legado esta maravilla.
2. Crimes of Passion (1984). Ken Russell. Estados Unidos. En España "La Pasión de China Blue". La protagonista es una mujer que lleva una doble vida. Por el día tiene un trabajo con un alto nivel de responsabilidad en una empresa de confección y por la noche se convierte en China Blue, una mujer capaz de dar rienda suelta a las fantasías más oscuras de cualquier hombre que decida pagar el precio acordado. Es muy interesante el punto de vista de Russell, con su inconfundible estilo estridente e incluso "pánico". Con un triángulo de personajes muy poco convencionales y un tratamiento fresco y grotesco del desarrollo de la acción, "Crimes of Passion" termina contando una historia de amor encuadrada en un ambiente sórdido y aparentemente poco propicio para el enamoramiento y la ternura. Arremete también contra las mismas bases de una sociedad hipócrita e inflamada con discursos en contra de la decadencia y el vicio, pero que al mismo tiempo es incapaz de encontrar satisfacción en los espacios considerados moralmente aceptables para hallar el amor y la felicidad. ¿Se trata del discurso de rencor de los impotentes (de espíritu, de mente), de los que se han vuelto incapaces de conectar con lo que desean? El elemento antagonista, el personaje del sacerdote, un hombre obsesionado hasta un punto enfermizo con la salvación de la protagonista, resulta especialmente inquietante. Hay en su condescendencia y en su necesidad obscena de victimizar a China Blue un oscuro horror a lo que no se puede controlar. Es el recipiente donde bulle toda la histeria acerca de la sexualidad y la culpa, el hombre "puro" transformado en neurótico, que por negarse a purgar sus fantasías de forma sana, termina estallando de manera violenta y sádica.
3. Chloe (2009). Atom Egoyan. Canadá. Remake de la película francesa "Nathalie X". "Chloe" es un trhiller psicológico que se adentra en las profundidades del miedo a la infidelidad. Catherine y David forman un atractivo matrimonio maduro, en el que Catherine, debido al miedo al envejecimiento, comienza a sospechar que su marido es infiel. Para solventar sus dudas contrata a Chloe, una escort, a fin de que sirva de cebo. Chloe le empezará a contar pormenorizadamente sus encuentros con David, provocando en Catherine un brutal sentimiento de inseguridad, pero, al mismo tiempo, un insospechado afán por saber más, unido a un despertar de la excitación sexual que Catherine nunca había experimentado. Una excitación salvaje producida por los relatos de la joven, que Catherine termina canalizando mediante la masturbación y, finalmente, teniendo sexo con la propia Chloe. Me encanta la progresión dramática de esta historia, la inmersión en el mundo obsesivo de Catherine y el infierno que se desata en su mente a raíz de una acción simple, destinada "inocentemente" a calmar su inquietud acerca de su marido. Un infierno en el que, sin embargo, encuentra una nueva dimensión del placer. Me gusta también el poder que tiene el personaje de Chloe. Ella sabe hasta donde puede llegar a través del conocimiento de las fantasías reprimidas. Sabe que, si es capaz de manejarlas, puede obtener todo lo que se proponga. Este punto fuerte, desvictimizado y consciente de la sensualidad y los resortes del placer es lo que más me seduce de ella. Pero la evolución del personaje no se queda ahí. Con un final inesperado, esta película consigue arrojar un poco de luz sobre los monstruos que viven en las aguas abisales del deseo.
4. Jeune et jolie (2013). François Ozon. Francia. "Joven y Bonita" en España. Cuenta la historia de Isabelle, una chica de diecisiete años, de una familia de clase media y padres divorciados. Tras su primera experiencia sexual con un chico que conoce en la playa, comienza a adentrarse en el mundo de la prostitución a través de una web de contactos, estableciendo relaciones sexuales con hombres mucho más mayores que ella. La película se desarrolla con sobriedad y momentos de tensión bien administrados. Lo que más me llamó la atención, pese al tratamiento algo frío del personaje principal, es que, lejos de buscar ilustrar el tópico de la "desgracia y la decadencia interna de la clase burguesa", trata con mucha sinceridad, sin enjuiciamientos ni victimización, el proceso de descubrimiento sexual de Isabelle. A través de ella experimentamos una adolescencia que se hace preguntas acerca de la pasión, cuyo primer contacto resulta desconcertante y vacío. Cuando pierde la virginidad con el chico guapo de la playa, Isabelle no es capaz de disfrutar. Sin caer en dramas de "he perdido mi don", simplemente se siente fuera de la situación. De nuevo, nos encontramos a una protagonista curiosa que, sin ceder a un entorno hostil hacia ese tipo de conductas, busca respuesta a las cuestiones acerca del deseo y de su propio cuerpo. Cuando la verdad se desvela a causa de un escabroso incidente y su familia se entera, cae todo el peso de la tragedia sobre ella. Pero sigue siendo, como cuando perdió la virginidad, una tragedia que le resulta ajena. Su madre, ahogada en angustia e ira, la lleva al psicólogo y ella insiste en pagarlo con el dinero que ha conseguido por sí misma. Se hace una leve referencia a que el conflicto de Isabelle puede venir de la relación con su padre (su padre le da quinientos euros todas las navidades, justo la misma cifra que ella termina pidiendo en sus encuentros sexuales), pero no se le da excesiva importancia. Isabelle intenta volverse "normal", asumir el rol de adolescente que se enamora, que presenta a su novio del instituto en casa, pero la insatisfacción y el sentimiento de vacío no tardan en llegar de nuevo, produciéndose un desenlace bellísimo e inusual; una mirada de Isabelle a través de un espejo del tiempo muy real.
5. The Girlfriend Experience (serie 2016). Amy Seimetz, Lodge Kerrigan. Estados Unidos. Christine, una inteligente y hábil estudiante de derecho en prácticas, entra en el mundo de las escorts. Desde el primer momento se nos presenta a una mujer dueña de su sexualidad, inteligente, fría y con una conducta ciertamente narcisista. Lo que menos me gusta de la serie es que me resulta casi imposible establecer empatía con la protagonista, pero me parece muy interesante todo el proceso de descubrimiento de ella. Christine no recurre a la prostitución por necesidad. La oportunidad se le presenta y decide explorar por sí misma. Otra vez, el conflicto mayor al que se enfrenta la protagonista es la reacción que genera en su entorno laboral y personal la revelación de su actividad ilícita y no tanto el sentirse sucia, culpable o indigna por cobrar por sexo. No existe el relato del drama de la autodestrucción y la vulnerabilidad emocional que tanto gusta a algunas personas. A medida que el descontrol en su vida aumenta hasta límites insostenibles debido a complicaciones en la empresa, Christine termina descubriendo que el terreno de la fantasía sexual lo domina por completo; se trata un espacio en el que se siente segura, con poder, y en el que sabe desenvolverse a la perfección. Al final de la primera temporada, debido a este brutal contraste que se crea entre sus dos mundos, experimenta un giro de ciento ochenta grados en sus aspiraciones profesionales: intercambia el agresivo y hostil espacio laboral de su empresa, pese a ser una profesional competente, por el mundo de la prostitución de lujo, en el que también ha encontrado riesgos (el momento de crisis y revelación pública de su actividad se da a causa de un cliente vengativo), pero que le reporta mucha más satisfacción personal.