"Podía hacer todo esto cuando quisiera; poseía el poder requerido para ello. Lo tenía en la mano. Un poder mayor que el poder del dinero o el poder del terror o el poder de la muerte; el insuperable poder de inspirar amor en los seres humanos." Patrick Süskind - El Perfume
Tal vez Patrick Süskind describió como nadie la relación del ser humano con el mundo de los olores y las fragancias. Lo incorpóreo, lo esencial, tiene el protagonismo absoluto cuando se habla de aromas; sustancias que penetran en nosotros como invitados que han de ser siempre recibidos. No hay término medio. Es sorprendente cómo algo intangible puede traer a la consciencia un recuerdo sepultado, así como provocar nauseas. Puede despertar la libido, pero también transportarnos a la tierna y cruel edad de la inocencia. Las pieles hablan a través de los olores. Existe una comprensión corporal que nos conecta con lo salvaje, con la misma voluntad de vivir (Wille zum Ieben) en el sentido en el que Schopenhauer escribió sobre ella.
Recientemente he tenido la oportunidad de ponerme el perfume creado por Magenta's Blood para la gala "Ostara" de Laura Pérez, como parte del festival Complutum Danza. Ostara es una antigua diosa germánica de la Primavera relacionada con el amanecer y el despertar. Tiene que ver con las diosa Eos (de rosados dedos) griega y Aurora, su equivalente romana. En ocasiones se atribuye la festividad del equinoccio de Primavera al reencuentro de la diosa con su marido e hijo, que ha pasado varios meses en las tierras de la Muerte. Esto solo vuelve a llevarme a Perséfone o Proserpina, que tras pasar seis meses en el Inframundo con Hades, vuelve por otros seis meses a los brazos de Deméter, en una unión menos incestuosa. Deméter llora por una muchacha raptada, produciendo así el invierno, y provoca la primavera cuando se reencuentra con una esposa sexualmente madura. Esta transición misteriosa de la niña a la mujer siempre me ha fascinado y ha aparecido de distintas maneras en las obras que he desarrollado. En Primavera no solo se celebra la resurrección, la vuelta milagrosa e inesperada de los hijos queridos, también la muerte de la doncella.
Espero que os guste este breve relato escrito a modo de divertimento y, por supuesto, muchas gracias a Marina por haber creado una fragancia tan maravillosa.
OSTARA
Cuando abro el pequeño frasco, la primavera se adentra en mis fosas nasales. Hay belleza y ternura en un principio, como si fuera un educado visitante que llega sediento. Su mirada es limpia, algo melancólica, y trae consigo un ramillete de flores silvestres que por el día lucen bonitas y tímidas, pero que por la noche emanan la esencia misma del bosque. Ese bosque en el que los espíritus de las bacantes llevan siglos danzando, embriagándose y despedazando a los incautos que aún piensan que Dionisos es un dios bobo. El bosque no está solo; el bosque son miles de ojos siempre abiertos en algún momento del día o la noche. El bosque es Ofelia soñando que su cadáver se pudre en el río. Insomnio constante y sueño constante. El bosque es sufrimiento, savia, sangre y renacer continuos. Es muerte y crueldad, pero también sexo y sabiduría.
El educado visitante, después de calmar su sed, cuenta una historia. A medida que sus palabras fluyen, su cuerpo se transforma hasta convertirse en una mujer con la piel verdosa y cabellos de madreselva. Lo único que queda de la visión anterior son sus hirientes ojos amarillos. Las raíces brotan de las plantas de sus pies, que sangran savia. Asegura que va a quedarse a dormir esta noche. Solo esta noche. Ha sembrado sus susurros en los poros de mi piel y cuando empiezan a florecer producen un cosquilleo tan placentero que quiero tocarme, acariciarme, estallar. Ella permanece sentada, sin moverse, pero al mismo tiempo todo, en su quietud más extrema, parece tener más movimiento que nunca, como si las mismas piedras danzaran y cantaran.
Al día siguiente la veo marcharse y la detengo en la puerta. "¿Cómo te llamas?", le pregunto, ansiosa, "¿Por qué dejas mi casa llena de flores?". "Siembro tu casa de bellos cadáveres porque la Belleza...", asegura ella, volviendo a clavar sus ojos amarillos en mí, "... merece el funeral más alegre y la orgía más fúnebre. Así es como su misterio debe ser honrado y celebrado". "¿Y tu nombre?", vuelvo a preguntar. Ella se ríe, casi de forma orgásmica. Más tarde entenderé que es la única forma en la que puede reírse.
"Ostara", contesta risueña y divertida, como si la respuesta fuera más que evidente. "No te vayas, por favor", le suplico. Ella vuelve a reírse. Esta vez no hay respuesta. Se da la vuelta y se marcha, contagiando su inconfundible risa orgásmica a todos los seres vivientes con los que se topa.
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