top of page

Yo desobedezco o cuento de Ámsterdam. Diez años después.



Diez años separan estos dos ejemplares. Diez años de teatro, música, escenarios, Sybiliam, Blacksleeves, Hambre de Pájaro, La Secta del Cuerpo, de un puñado de relatos, otro de poesía y letras de canciones.


Yo desobedezco o cuento de Ámsterdam fue mi primera novela publicada. Se trata de una obra escrita a los veintitrés años en una etapa de mi vida en la que necesitaba decir «esta soy yo». Daniel Gaya, editor aventurero y emprendedor, fue el primero en confiar en mi obra en un momento en el que yo apenas confiaba en mí misma.


Diez años después, haciendo el inevitable balance de una década desde mi primera publicación oficial, y tras un debate interno que me hizo remover inseguridades pasadas, consideré que Sara, su protagonista, se merecía otra oportunidad, por lo que decidí reeditar la obra para publicarla a través de Amazon.


Yo desobedezco o cuento de Ámsterdam fue mi bautismo literario, actuó no solo como espaldarazo en el camino que todo escritor decide emprender, sino como elemento revelador de falsos mentores y dependencias vacías.


Hoy no habría escrito de la misma forma esta obra, o tal vez no la habría escrito. Mi estilo ha evolucionado y cambiado con el tiempo. Por otro lado, esta novela no es un retrato autobiográfico (como en alguna ocasión personas que me conocen poco me han preguntado): no se trata de experiencias vividas, sino del testimonio de un sentir de juventud, una colección de palabras en las que pensamientos, posturas vitales, fobias y pasiones se arremolinan en una vorágine que arrastra (y juzga en ocasiones) a los personajes. En esta narración se hayan mis inquietudes primigenias. Algunas de ellas ya no existen o han cobrado distintas formas. Unas se han hecho más complejas y otras más simples.


Hoy, a mis treinta y tres, no habría concebido Yo desobedezco o cuento de Ámsterdam, pero, por otro lado, no podía permitirme condenarla al olvido. Porque es el recordatorio de que lo que fue una herida, ahora es una cicatriz que ya no sangra (no me arrepiento de ninguno de mis tatuajes). Porque es una obra con la que necesitaba quedarme en paz. Porque, aunque suene a lugar común, negar lo que fui equivaldría a negar en lo que me he convertido. Porque le debo eso a la escritora insegura de veintitrés años que se escondió primeramente bajo el pseudónimo de Alicia Gog. Tengo otros textos de esa época que permanecerán inéditos porque considero que no son de la suficiente calidad, pero esta novela fue mi grito de «Yo desobedezco» y merece su lugar. La he reeditado por razones puramente personales.


La revisión fue un proceso duro a nivel emocional en el que me reencontré con muchos aspectos de mi yo pasado. Di con nociones en las que amor, arte y sufrimiento se entremezclaban. Vi personajes destrozados, confundidos, con una necesidad absoluta de amar, de encontrar algo fuera de sí mismos a través del hecho artístico. Descubrí el germen del hambre que más tarde desarrollaría en Hambre de Pájaro.


Decidí corregir lo mínimo para no alterar su esencia. No tenía sentido reescribir algo que había hecho hace diez años, solo habría dado un resultado emborronado. Le habría arrebatado el espíritu a ratos inspirado, a ratos arrogante, a ratos naíf, que desprende.


A pesar de esto, no pude resistirme a cambiar un detalle del final. Sentí el impulso de ser algo más justa con Sara, la necesidad dramática me pedía a gritos que colocara al monstruo donde tenía que estar y que liberara a la veinteañera confundida y apasionada de una carga que no le correspondía. Cuando concluí esta tarea, sentí que toda la historia cobraba sentido, como si hubiera descifrado el mensaje que mi yo de veintitrés años dejó para mi yo de treinta y tres. Como si en un puzle hubiera puesto en su lugar una pieza que llevaba diez años colocada al revés. Por fin pude contemplar el paisaje imperfecto de Yo desobedezco al completo. Esto ha sido para mí una revelación de que incluso en el infierno (hay muchos distintos) siempre hay una puerta muy pequeña que, en realidad, no cuesta nada abrir.


También he añadido un epílogo titulado Diez años después. Este texto agregado a la narración original aporta el sentido último a la historia. Me permite reflejar, sin alterar la esencia de la misma, el recorrido de estos diez años. Era una conversación que tenía pendiente con Sara y que no tenía sentido posponer más. Al fin le he dado el lugar que le correspondía en el imaginario de mis personajes.


Fui demasiado mala contigo y tú has sido muy buena. Gracias, Sara, por hacer que hace diez años Carolina desobedeciera.


Feliz día del libro a todos.


Ilustración de Eduardo Gutiérrez García
Sara en el puente Azul, ilustrada por Eduardo Gutiérrez García






Comments


Únete a nuestra lista de correo

No te pierdas ninguna actualización

BÚSQUEDA POR TAGS:
bottom of page