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Deshacer las Américas, de Hernán Migoya



El autor de la controvertida colección de relatos "Todas putas", las novelas "Una grande y zombi", "Observamos cómo cae Octavio", los cómics "Plagio", "Olimpita", "Nuevas Hazañas Bélicas" y un largo etcétera, vuelve a la carga con una narración ágil, excitante, sórdida en ocasiones y escrita con honestidad: "Deshacer las Américas", publicado por la editorial Hermenaute. En un mundo copado cada vez más por las "imposturas" políticamente correctas y la gazmoñería puritana disfrazada de progresismo, Migoya irrumpe con un relato sincero, un recorrido por el cuerpo de las mujeres del Perú, desparramándose en una amplia variedad de tipos anatómicos y psicológicos femeninos.

H, un escritor español, se instala en Perú, tras una ruptura traumática con su esposa y varias desavenencias en el panorama español biempensante, que aborrece hasta lo políticamente incorrecto una de sus polémicas novelas que transgreden lo políticamente correcto. Autoficción o no autoficción, fantasía o realidad, no importa. Los paralelismos obvios con la vida del autor son irrelevantes, porque la historia está viva. Eso sí, es un provocador nato. En "Deshacer las Américas", Hernán Migoya, escritor e historietista autoexiliado en Perú, escribe la historia de H, escritor e historietista autoexiliado en Perú. El desafío está servido. Pero a donde voy es al meollo. La literatura del asunto.


H empieza un recorrido compulsivo, frenético y catártico utilizando el chat para conocer a candidatas para sus escarceos sexuales. El relato va adquiriendo intensidad y transmite en su desarrollo la sensación de hastío en la que el protagonista, seductor imparable, va cayendo poco a poco e inexorablemente. El machismo peruano es clave a la hora de describir y articular estas relaciones. Las peruanas se revelan en líneas generales como mujeres fuertes, con responsabilidades conyugales y maternales desde muy jóvenes, acostumbradas a un trato muy poco propicio por parte de los hombres con los que se comprometen emocionalmente. Pero también buscan su propio placer, a veces con culpa.

H actúa con desmesura sexual, pero con cuidado. Busca sexo, no compromiso y cuando corre el riesgo de que la relación caiga en dinámicas confusas, se retira. Ellas disfrutan y, pese a algún desengaño, entienden el pacto. Esto es clave para no caer en acusaciones yermas. Por supuesto, H no es perfecto. Es crítico con la realidad que le rodea, pero no es un salvador. Tampoco se siente en la obligación de serlo y esto se agradece. Cuando las personas que no pueden salvarse a sí mismas caen en la arrogancia oscura de intentar "salvar" a los demás (desde un punto de vista moral sobre todo) para canalizar su frustración, el pozo de mierda se destapa. H no es así. El "evangelio" europeo tiene demasiadas contradicciones y neurosis. El personaje oscila entre una postura cínica y autodestructiva y una actitud hedonista y consciente de los prejuicios e hipocresías acerca de las relaciones y el sexo. Esa mordacidad ante ciertas ideas no es una excusa para negar su matiz de cretinismo. H no es un héroe ni pretende serlo. A veces incluso es un capullo en toda regla. Pero no es tóxico. Sus demonios son para él.

Durante la novela, H se enfrenta dialécticamente a Candy y Ale, dos mujeres que, desde perspectivas distintas, le intentan hacer ver la condescendencia y la soberbia que le llevan a "aprovecharse" de su situación privilegiada como español "conquistador". Estas situaciones de tensión abren espejos e interrogantes muy interesantes: ¿es H un cabrón desalmado o es el demonio que ellas necesitan crear para endilgarle los males de la sociedad? ¿Las dos cosas a la vez?

En cuanto al estilo, es fresco, ágil, con imágenes curiosas. Brillantez y ordinariez deliberada se conjugan para crear una atmósfera excitante en algunas ocasiones, sórdida en otras. Cuando sucede al mismo tiempo es genial.

La última página cae como un jarro de agua fría. El final no es redentor, pero se alcanza una comprensión singular del personaje a través de un detalle sencillo y efectivo que ahora no revelaré. De alguna manera, evoca al eterno retorno, al mito de Sísifo y nos pone frente a frente con un personaje de carne y hueso, que no es Migoya, ni el representante del mal en la Tierra, ni un antihéroe atormentado. Simplemente H.


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