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Sexo, feminismo y ficción. Siempre nos quedará Djinn.

Este post tenía que llegar. Ya estoy un poco hastiada de la batalla infértil y absurda que parece existir contra el sexo y sus diversas manifestaciones desde organizaciones, ideologías, partidos, blogs, redes sociales y comentarios al vuelo en cualquier transporte público. Estoy cansada de que se victimice a las mujeres (es importante aquí el plural), convirtiendo así a individuos complejos, simples, mediocres, brillantes, bondadosos, taimados, pusilánimes, valientes... en excusas para ondear banderas por "el bien común". Al final todo se reduce a una treta a fin de exigir privilegios para un colectivo en detrimento de otro, haciendo hincapié para defender esta postura en la supuesta debilidad de género y la injusticia histórica. Machistas, cuñados y obreros deslenguados tienen sus días contados. Y no me disgusta en absoluto. Pero el neo puritanismo al que avanzamos, como muy bien expresa el manifiesto de las intelectuales y artistas francesas en reacción al movimiento #metoo, me preocupa.


Me preocupa que se mire con condescendencia a cualquier mujer que decide dedicarse al sexo como profesión, me preocupa que se confunda "putero" con "violador", me entristece que se tachen las letras de Sabina de antifeministas, me sorprende que no se sepa distinguir seducción de acoso, me desestabiliza que cuando digo esto último me vea indefectiblemente obligada a escribir casi en mayúsculas que en ningún caso estoy defendiendo ni intentando invisibilizar el acoso. Me aterra el creciente empobrecimiento del lenguaje, enmascarado con un cuerpo nuevo de términos, confusos, vagos y maniqueos en su mayoría, que esgrimen personas con un afán "didáctico" que al mismo tiempo se están cerrando al diálogo porque no juegas con sus reglas. Me siento como Alicia en la merienda con el Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo.


Pero no dejemos que el miedo gane la batalla. Hay cosas graciosas también, por ejemplo, la llamada a educar a nuestros niños en una "redistribución de la sexualidad", que se traduce en enseñarles que en las relaciones sexuales también es necesaria la paridad, 50% de penetración para la mujer, 50% para el hombre o las reuniones feministas en ámbitos universitarios en las que los hombres tienen vedada la palabra. Estos son los casos más extremos y absurdos, llamativos y, afortunadamente no representativos. El mundo no se ha vuelto loco todavía. Pero no abandonemos lo cotidiano. El intercambio sano de opiniones en redes. También es divertido que en una discusión de Facebook una autoproclamada feminista deje de contestarme porque "es positivo que haya mujeres en la conversación", ejerciendo hacia mí así la divina condescendencia que garantiza su posición de superioridad ante sí misma y su inclusiva comunidad excluyente formada por mujeres en favor de "la mujer", que no incluye a mujeres como yo.


Tenemos, por fortuna, voces que combaten con pericia y claridad las diversas falacias populares acerca del feminismo y/o el sexo, desde muy diversos campos además. Gracias por traernos a feministas como María Blanco, Natalia Ferrari, Amarna Miller, Amanda Palmer, Camille Paglia, María Riot, Georgina Orellano, Erika Lust y un largo etcétera donde cabe mencionar a la actriz Emma Watson, víctima hace un tiempo de una oleada de ataques verbales por parte de una legión de mujeres que la acusaban de ser mala feminista por mostrar parcialmente sus pechos en una fotografía publicada en Vanity Fair. "El feminismo va de darle elección a las mujeres, el feminismo no es un palo con el que golpear a otras mujeres. Va de libertad, liberación, igualdad. No sé qué tienen que ver mis tetas con esto", afirma Watson en una entrevista promocional para "La Bella y la Bestia". Otra cosa que podría preguntarse esta legión de mujeres ofendidas por los pechos de Watson es: ¿Por qué las tetas de Watson son antifeministas y las de Lena Dunham no?


¿Está llegando este virus imparable a la ficción? Puede que sea el momento de que salgan a relucir otro tipo de historias, de que se construyan personajes femeninos con otra perspectiva. Los buenos guionistas seguirán elaborando personajes interesantes y complejos al margen de esta fiebre. Ya se hizo en Deadwood, Thelma y Louise, Roma, Westworld, The Newsroom y un interminable etcétera... Shakespeare incluso lo hizo sin estar informado al respecto con Beatrix, Desdémona, Lady Macbeth, Cleopatra, Viola, Porcia. Los malos guionistas crearán panfletos vivientes, carentes de profundidad pero con un mensaje alto y claro sobre cómo debe ser la mujer actual, porque un grupo de presión lo demanda. Flores de un día.


Y siempre nos quedará el cómic, una de mis grandes pasiones. Ese campo artístico en el que aún se respira libertad, en el que la sexualidad campa a sus anchas y el buen erotismo es valorado y reverenciado. Siempre nos quedará Manara. Siempre nos quedará Ana Miralles y su inmortal representación de Djinn, escrito por Dufaux. Con una ilustración de esta maravillosa dibujante me despido hoy. Porque al margen de la crítica sobre ciertos aspectos de la sociedad que no me agradan, la Belleza siempre quedará ahí, y con ella, la evidencia de que hay algo por lo que sonreír todos los días de nuestra vida.


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