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Fleabag, de Phoebe Waller-Bridge


Tengo la horrible sensación de que soy avara, pervertida, egoísta, apática, cínica, depravada, una mujer moralmente en bancarrota que ni siquiera se puede llamar feminista, afirma la protagonista (directora y guionista también) de Fleabag en la crisis del primer capítulo de una miniserie de seis, producida por Amazon Prime y estrenada en 2016. Phoebe Waller-Bridge empieza fuerte: nada más empezar vemos a una mujer destrozada por la muerte de su mejor amiga, con un negocio en quiebra, llena de dudas sobre sí misma, que utiliza el sexo para sentirse segura y recobrar el control que parece haber perdido en todos los aspectos de su vida: familiar, personal, profesional.


Fleabag: paradigma del antihéroe.


Fleabag es víctima, pero no victimista; es divertida y cruel con otros en ocasiones, pero sobre todo cruel consigo misma. También es inteligente, tan inteligente como para no renunciar a la responsabilidad que tiene sobre sus actos, cualidad que la llevará por un camino de huida lleno de obstáculos: hechos cotidianos que terminarán haciendo que el conflicto estalle por los aires de la manera más inesperada. Fleabag es una antiheroína en el sentido de que huye del camino de la redención: la senda en la que el héroe venido a menos, arrepentido de sus pecados, inicia una gesta reparadora. Fleabag huye para que la depresión no la cace, dice todo lo que no tiene que decir, es compulsiva y enfrenta los conflictos profundos con pequeños sabotajes (como el robo de una valiosa pieza de arte de la esposa de su padre). Y lo mejor de todo es que no puedes evitar reírte de ello por el desbordante sentido del humor con el que afronta su desastrosa situación.


Caos comunicacional.


El humor negro y desvergonzado, sin afán propagandístico, pone en relieve el caos comunicacional entre sexos y la incertidumbre e incomprensión que producen el cacao conceptual acerca del feminismo, que, más que en un punto de referencia, se convierte en un dedo acusador hacia todo hombre o mujer que no entre en el nuevo canon. Se trata de un relieve contextual que no afecta a la trama principal, pero no deja de ser interesante la precisión con la que esta brillante autora disecciona y refleja parte del drama cotidiano actual entre sexos. Fleabag es todo lo contrario a la mujer estándar del modelo más tradicional, encarnado por su hermana, pero tampoco encaja en el esquema de la agenda política feminista. Vive en un estado permanente de confusión respecto a sí misma. Utiliza el sexo como vía de escape y sus relaciones están eróticamente desromantizadas; hay algo muy roto en ella también, pero no se victimiza ante esa situación y no se priva del placer: su último novio la deja porque la pilla masturbándose con un vídeo de Obama, en una escena desternillante. Igualmente graciosa es la parte en la que Fleabag acude corriendo y sudorosa a pedir un crédito y se encuentra con que el hombre que debe aprobarlo la termina rechazando porque ella, muerta de calor, se levanta el jersey pensando que tiene una camiseta debajo, y este lo interpreta como un intento de chantaje debido a los problemas que la oficina ha atravesado debido a una denuncia por acoso sexual. Fleabag intenta arreglarlo torpemente, pero consigue el no definitivo cuando suelta "No estoy intentando follármele, por favor, mírese". Por supuesto, mejor verlo, que leerlo reseñado.


Una de las mejores escenas, a mi juicio, es aquella en el cuarto capítulo en la que Fleabag y su hermana acuden a un centro de mujeres para hacer una terapia del silencio que consiste, en, básicamente, limpiar una mansión bajo la mirada atenta de una lideresa maternal, sin poder decir palabra y, por supuesto, con total desconexión. A la casa llegan eventualmente gritos masculinos que proclaman un alto y rabioso "¡Puta!". Fleabag, inquieta y aburrida en el paraíso femenino, no puede contener su curiosidad y se asoma a la instalación de al lado, en donde contempla como un grupo de hombres, en una terapia purgatoria, se desfogan contra maniquíes de mujeres, a fin de intentar reorientar su masculinidad. Y, sorpresa, uno de los hombres de ese grupo es el que rechazó su petición de crédito. Paradójicamente, en medio de ese bizarro contexto de hombres que golpean sacos con forma de mujer y mujeres que intentan encontrarse a sí mismas limpiando suelos con un cepillo de dientes, tiene lugar una conversación en la que vemos a Fleabag, obligada por las reglas de la mansión a guardar silencio, sentirse comprendida por primera vez, mientras fuma un cigarrillo con el hombre que, en parte, es responsable de su falta de solvencia.


El caos comunicacional también está reflejado en el seno familiar, marcado por la triste pérdida de la figura materna que, rompiendo con el cliché narrativo tradicional, en absoluto está idealizada. La tensión, los conflictos enquistados, la distancia emocional y la guerra fría se palpan en cada secuencia familiar, situaciones en las que Fleabag sobrevive gracias a su sentido del humor ácido, pero que, en más de una ocasión, terminarán estallándole en la cara.


Comedia, texto y subtexto.


He leído en alguna crítica que la serie "Fleabag", debido a su ruptura constante y desmesurada con la cuarta pared, fusila el subtexto consiguiendo un efecto maravilloso. Personalmente, creo que la genialidad de esta serie reside en un increíble manejo del subtexto. El personaje principal no se permite un minuto de descanso. Toda acción viene acompañada de un análisis en clave de comedia, mirando a cámara, estableciendo conexión directa con el público. Estas consideraciones forman parte de su día a día, de su forma de ser evasiva, de su análisis descarnado de la realidad y el humor con que se toma su drama personal. Esto nos aporta una dimensión más profunda del personaje y recalca su dificultad para comunicarse con las personas más allegadas de su entorno. Le resulta más fácil hablar al público que establecer relaciones de sinceridad con sus seres queridos.


También hay un vacío muy grande, una negación a través de la evasión, arraigando profundo en ella. Este sentido del humor tan negro y el sexo son los principales medios con los que Fleabag se protege del suceso del pasado que la persigue durante toda la serie. Sin embargo, cuando cree tener todo controlado, la trama quiebra por donde menos se lo espera. Cuando la vemos emprender activamente una acción noble para proteger a su hermana, el fantasma del pasado viene para morderla más fuerte que nunca. Durante esta crisis final, la socarrona empresaria venida a menos se ve despojada de sus principales armas: el humor y el sexo; no le queda más remedio que enfrentarse a sí misma. La ruptura con la cuarta pared va remitiendo a medida que la tragedia se avecina y vemos a una persona absolutamente destrozada y perdida, preparada, al fin, para el tan temido y evitado camino de redención. Lo que nos muestra que la comedia más cruda puede ser la puerta para la tragedia más cruda.


Fleabag, ¿una serie feminista?


Según la revista Hollywood Reporter, la misma Phoebe Waller-Bridge, ante el inmenso éxito de su serie y tras ríos de tinta vertidos sobre ella, ha declarado que está harta de que se hable de ella como una escritora feminista y de que se analice "Fleabag" desde el prisma del feminismo: No se trataba de que yo fuera escritora, se trataba de que yo fuera una "escritora feminista". Lo que soy, por supuesto es una persona feminista, pero eso se convirtió en una categoría de escritura que hizo que quisiera tomarme tres copas de vino y despotricar contra los periodistas. También afirma: Con escritoras que escriben con sinceridad sobre mujeres y sus experiencias, es como, "oh, es una serie feminista". Coincido con ella en que la etiqueta es cuanto menos simplista. Fleabag va más allá de una categoría homogeneizante.


El feminismo de salón está haciéndole un flaco favor a miles de autoras enaltecidas casi exclusivamente porque son mujeres y que ven su obra simplificada y convertida en artefacto de propaganda política de la dura, relegando lo importante del asunto, que es la calidad de la ficción en sí misma, a un segundo plano. Esto tiene, en el fondo, un punto condescendiente y contradictorio que se traduce en un estado de estupefacción bovina de "Mira, es una mujer, y hace cosas, porque es una mujer, y hace cosas, eh, ¿sabíais que era una mujer?". Y, en el comentario estándar reflejo, más descorazonador aún de "La obra de X es buena, pero no porque sea mujer, sino porque es buena de verdad", como sucedió en el festival de Cannes del 2017 cuando Sofia Coppola recibió el premio a mejor director. Entiendo, por otro lado, que es relevante y subrayable que Sofia Coppola sea la segunda mujer en la historia en ganar ese premio, pero se ha caído en el exceso.


Pero, en fin, es trending topic, una fiebre del momento, definir lo que es feminista o no es feminista en ficción se ha convertido en una moda. De ahí los ataques gratuitos a la violencia sufrida por los personajes femeninos de "Handmaid's tale", la oleada de críticas hacia "Juego de Tronos" por una controvertida escena de sexo entre Jaime y Cersei delante de la tumba de su hijo, o la grave polémica desatada por la supuesta violación en la serie "Girls", con Lena Dunham, icono feminista por excelencia, como responsable de tal afrenta. Y, oh, destino cruel, yo misma he caído en la maldición de hablar del feminismo en una reseña de una serie escrita y protagonizada por una mujer. Que Waller-Bridge me perdone, porque, joder, no puedo estar más de acuerdo con ella. Y, además, es una mujer. Y hace cosas (risas).


¿Por qué ver Fleabag?


Fleabag es una serie con una clara perspectiva femenina, lo que no la convierte necesariamente en feminista. Si tuviera algo negativo que decir, o, al menos, algo mejorable, es el tratamiento de los personajes masculinos, en ocasiones caricaturizados al extremo y carentes de complejidad, al contrario de lo que sucede con la propia Fleabag, su hermana, o incluso la esposa de su padre, lo más parecido a una antagonista. Me parece especialmente complicado, y es un escollo que Phoebe Waller-Bridge esquiva con elegancia, trazar un arco de personaje amplio con un personaje que se nos presenta ya en crisis profunda. Sin embargo, ahí es donde entra el juego la habilidad narrativa de la autora: Fleabag está en crisis, pero también está en pleno proceso de evitación. La reconciliación consigo misma es el arduo camino interno que la protagonista recorre, no sin el riesgo de perder la cordura.


El humor negro, irónico, descarnado, cruel en ocasiones y gamberro en otras, es el vehículo que la autora utiliza para presentarnos el mundo de su protagonista, así como sus neurosis, sus puntos fuertes y sus debilidades, utilizando la ruptura de la cuarta pared como poderosa herramienta metanarrativa. La comedia también constituye un hábil resorte con el que trocará el espectáculo en una tragedia de huida, ruptura, encuentro y redención.


Fleabag, al fin, se trata de una tragicomedia atípica y atópica sobre la familia, las relaciones, y, esencialmente y en un giro inesperado, sobre la amistad.


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