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Las extrañas aventuras de Solomon Kane: el hombre contra el monstruo. Por Sergio Corvillo Martín

“-¿Qué te parece este trato de favor, Franco? -le preguntó el jeque.

-Me parece -respondió Kane con una voz amenazadora, lenta y profunda- que cambiaría la salvación de mi alma por tenerte cara a cara, tú con tu espada, y yo solo y desarmado, y por poder arrancarte el corazón del pecho con las manos desnudas".




Cuando el bien se enfrenta al mal suele haber un patrón que estructura tanto a héroes como a villanos. El héroe tiene sus conflictos, sus bases morales y sus cambios de personalidad definidos, su convicción y cómo esta se enfrenta a las convicciones del mal. Robert E. Howard nos presenta un héroe único en este sentido, puesto que desde el principio de sus relatos conocemos a un hombre asceta, puritano y con valores de justicia propios, bastante ajenos al catolicismo bajo mi punto de vista.


De modo que la presentación de este personaje está marcada por el tópico: héroe que hace justicia. Repara el daño y castiga al infame. Sin embargo... la historia no queda ahí. En un principio, las aventuras de Solomon Kane se nos presentan como un relato pulp al uso: aventuras en tierras siniestras. Es solo cuando seguimos leyendo la progresión de los relatos, al leer en concreto “Sombras Rojas”, cuando se nos presenta la naturaleza real de Solomon Kane. Solomon Kane no es temeroso de su alma, no es un católico que luche para la salvación de nadie, Solomon Kane es la ira ciega De Dios, la representación de la justicia poética de los malhechores, una fuerza de la naturaleza que tiende a parecerse más a los monstruos que combate que a las víctimas que salva.


“El monstruo tenía todas las ventajas de su lado, Solomon solo tenía una, pero una era suficiente”.


¿Era esta ventaja Dios?¿Lo era acaso el coraje? El autor da lugar a la interpretación, y en los relatos futuros da paso a la narración del justiciero puritano más pagano que puede haber en la literatura.


La parte más interesante de las aventuras de Solomon se presenta cuando el rescate de una joven le lleva a África. En estos relatos África es mostrada como tierras alejadas de la mano De Dios, donde el horror de lo primigenio (muy del estilo de Lovecraft) va de la mano de los nuevos terrores y del tormento a sus habitantes. Es aquí cuando Solomon exterioriza su primera pulsión monstruosa. No se siente horrorizado ante el desafío, ni siquiera atemorizado, su expresión al sentir los latidos de la negra selva no es la de un asustadizo personaje de Lovecraft... Solomon siente la llamada de su naturaleza, preparada para desatarse en su máximo exponente.


“Todos esos mensajes transmitían los tambores, entre rugidos y bramidos, a los oídos de Kane. (...) En lo más profundo de su alma, sentía la pulsación y respondía. Tú también perteneces a la noche...”


En su paso, Kane se encontrará secretos oscuros y milagros anteriores incluso a Dios, poderes que no dudará en emplear (con el cierto rechazo de un hombre perteneciente a la casa De Dios) en pos de la ejecución de la justicia que él considera celestial. Bien podría ser así, pues su justicia también es un artefacto más antiguo que el tiempo, una leyenda cantada con la voz horrorosa de lo que hoy nos resulta obsoleto. Y es que Kane no ajusticia, venga. No es un justiciero, es un vengador. Un vengador con todo lo que esto implica.


Víctor Hugo escribe en los Miserables: “La ley es la justicia del hombre, la piedad es la justicia De Dios". Solomon Kane protestaría, si es que siquiera entraría al debate. Cambiaría la frase: “La ley es la justicia del hombre, la venganza es la justicia De Dios”. En definitiva, Solomon es un arma del karma, un ente impersonal sin pasado. Cuando leí sus relatos de pequeño me molestaba que no se explicase el origen de este misterioso vengador. Ahora, ya de mayor, lo entiendo a la perfección. Solomon Kane no sería el mismo héroe anónimo, no sería la misma justicia ciega, si tuviese un pasado, si fuese presentado, en definitiva, como un ser humano. Quizás Kane es el hacedor del verdadero sacrificio sagrado. El hombre que sacrifica su alma para que otros no tengan que hacer lo que en ocasiones se considera como inevitable.


Fue una pena que muchos relatos de Solomon Kane quedasen inconclusos. Aún así es un placer poder disfrutar de las historias de esta furia primigenia, de este instrumento que observa lo terrorífico y lo antiguo (lo ciclópeo) con la fascinación del que se sabe condenado por destruir a lo que en realidad pertenece.


«Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti».

Friedrich Wilhelm Nietzche.


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